lunes, 18 de junio de 2012

Por el Fontna anduvimos:











(1)
PEJERTO.   Maestro del vaciado


Sobre cuando llegó aquí este operario -que hoy alcanzaría categoría de autónomo-, nada podemos señalar. Cuando más concretamente le conocí era ya persona de cierta edad, y padre de varios hijos. Hablamos de los primeros años de la década de los veinte y ha de suponerse que viniera a Oviedo mucho antes.
Libre de titubeos, le recuerdo en el puesto que establecía en la calle de Fierro; primero por el arco cercano a la esquina de Daoiz y Velarde, al lado de Antón, arreglando paraguas y menajes diversos. Más tarde (después de la guerra civil de 1936, acaso), en la esquina contraria, la que da a la calle del Fontán. Allí estuvo hasta el cese de la actividad laboral.
Era un hombre de constitución enjuta, rostro descarnado y nariz en el limite de lo aguileño. Para trabajar usaba siempre gafas de cristales grandes. Vestía  permanentemente bata de color azul, de tela recia y cubría su cabeza con un sombrero de fieltro, de color negro. Calmado de modales, daba sensación de serenidad mientras trabajaba, y ello vino a darle aprecios sin limite entre los moradores del barrio.
Con el producto de su buen laborar, consiguió para el y los suyos una forma de vida suficiente, austera; digamos decorosa.
Pejerto López
Siempre fue el Fontán, algo así, como una sucursal mayor de la emigración hacia nuestra tierra del elemento galaico, integrado en el gremio de los vaciadores y demás oficios consustanciales. Por aquí solían  venir muchos manejadores del artilugio afilador y herramientas útiles, para la reparación del menaje cocinero. Algunos encontraron acomodo; PEJERTO LÓPEZ, encontró en la calle Fierro -arteria muy señera en el circular por el Fontán-, el rincón ad hoc para el despliegue de sus habilidades, y allí sentó sus reales. En su espcialidad no era el único en el Fontán, pero dos días de mercado semanal y la proximidad de dos plazas, de frutas y hortalizas y de carnes, generaban trabajo para todos.
En todo aquello radicaba la clave que le decidió a quedarse allí para lo que restaba de vida. Así nos parece.

Cayo Fontán.

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