miércoles, 15 de diciembre de 2010

Por el mundo de EL FONTAN.

La "Inesperada", Rebaja.


A este lugar entrañable donde los halla, nos lleva cada año la nostalgia. En los años de comercio floreciente en El Fontán, y una vez consumidas las fechas navideñas, se repetía año tras año el mismo ritual: Las rebajas.
En estas quiero reparar para traer a la memoria, tanto y tanto comercio que en este entorno, -especie de ciudad dentro de otra- vio pasar varias generaciones; en momentos buenos y algunos no tanto. Era comercio pequeño, familiar; de trato directo, humano y sincero. De entre aquellos, surge uno, -quizás el mas grande y populoso: calle Magdalena, comercio de telas y confección, eran los almacenes de don Alfredo Galán, (hoy de sus sucesores). Precursor de los grandes establecimientos que estaban por venir. Excepcional comerciante, gran experto en la venta de retales; avanzado conocedor del "gancho" del 0,95 céntimos en los precios, e impulsor de las REBAJAS. Creo recordar que solía estar en ofertas gran parte del año. Enormes carteles en sus escaparates, topografía a gran tamaño: REBAJAS, GRANDES REBAJAS y LIQUIDACIÓN TOTAL. Escuela de cientos de vendedores que habrán pasado por allí, y que quizás algunos se encuentren establecidos en esta urbe.
Pero donde quiero ahondar con mas cariño, es en el pequeño comercio. En uno muy concreto: La  Inesperada. Ignoro de que año podía datar este negocio que estuvo abierto creo recordar hasta principios de los 60. Situado en el numero 2 de la calle Fierro, era un comercio entrañable, pura estética de primeros años del siglo pasado: mostrador de madera con centímetro incorporado y expositor en su interior. Grandes estanterías de madera repletas de cajas de cartón; botones, hebillas, puntillas y todo tipo de abalorios; también las inconfundibles cajoneras de hilos y dalias. Especialidad en ropa interior, -higiénica y de abrigo- proclamaban los rótulos; delantales, batas, los populares "sisis", toquillas, zapatillas, ropa de hogar y mercería en general. Tenía La Inesperada, algo muy particular que llamaba poderosamente mi atención. Se trataba de una especie de grandes perchas; siluetas de cintura para arriba, confeccionadas en cartón piedra; colgadas del techo de los soportales e interior del negocio, de las que pendían las prendas de vestir. Nunca supe el nombre de su propietaria, una señora de avanzada edad, la recuerdo siempre sentada en las cercanías de la puerta, ataviada con toquilla de punto, mandil con grandes bolsos y zapatillas oscuras.
¡Que tiempos!. Seguro que también llegaría a poner REBAJAS. En aquellos años todavía no habían hecho su aparición, la oligarquía de los grandes centros comerciales, que por decreto de conveniencia, dictasen las normas por las que se habrían de regir las ofertas de ocasión, rebajas y similares.
Pasan los años, incluso siglos, pero el eterno Fontán resiste