(2) ANTÓN. Artesano de la reparación de cacharros y paraguas.
Era sencillamente una institución, que en este caso podríamos decir que alcanzaría valor de símbolo. Vino nuestro hombre de tierras gallegas, concretamente de Los Peares (Orense). Llegó a Asturias en compañia de un hermano suyo, de profesión calderero y con el que aprende el oficio. No tenemos la certeza del año de su llegada, bien podría haber sido en el primer cuarto del s.XX.
Después de recorrer la provincia durante algún tiempo, decide afincarse en El Fontán, donde poco a poco comienza a ganarse la confianza por su buen hacer, bondad, simpatía y por su gran humanidad. Allí crea una familia, y de donde no iba a moverse hasta sus últimos días.
El primer puesto que instaló en el Fontán, ocupaba un lugar en la calle Fierro, bajo los arcos, frente a comercio de telas "Casa Germán", que aún existe. Después de la guerra civil, y sin que sepamos la causa, se traslada con sus bártulos a la plaza Daoiz y Velarde, en lo soportales -sobre la tercera o cuarta columna- en la parte baja de la plaza.
Sentado sobre una especie de "banco-arcón" -donde guardaba su herramienta al final de la jornada-, sobre el que colocaba un cojín. Utilizaba una barra de hierro anclada en un tronco, que incorporaba en la parte superior una especie de yunque, sobre el que reparaba o remendaba cualquier tipo de menaje (cacharros); potas, cazos, sartenes, barreños, calderos y todo lo imaginable. También se empleaba con gran destreza en la reparación de paraguas.
Su imagen, inconfundible; de talla mas bien menuda, piel tostada, rostro arrugado por los años vividos, semblante sincero y risueño, una voz fina y su acento gallego que nunca perdió, pelo blanco, tocado siempre con boina negra y bata de color gris. Gran aficionado al fútbol en toda regla, sus equipos favoritos eran: primero el Stadium Ovetense, al que siguió desde su fundación, después el Real Oviedo, que tuvo origen de la fusión sabida. Estos eran los rasgos un tanto generales de Antón Rodríguez Pereira, que este era su nombre completo; hombre que vio pasar varias generaciones "fontaniegas", y esencia viva del mismo, tanto como el "cañu" o el mismo palacio de San Feliz. Todo un icono.
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Antón el Paragüero |
Sentado sobre una especie de "banco-arcón" -donde guardaba su herramienta al final de la jornada-, sobre el que colocaba un cojín. Utilizaba una barra de hierro anclada en un tronco, que incorporaba en la parte superior una especie de yunque, sobre el que reparaba o remendaba cualquier tipo de menaje (cacharros); potas, cazos, sartenes, barreños, calderos y todo lo imaginable. También se empleaba con gran destreza en la reparación de paraguas.
Su imagen, inconfundible; de talla mas bien menuda, piel tostada, rostro arrugado por los años vividos, semblante sincero y risueño, una voz fina y su acento gallego que nunca perdió, pelo blanco, tocado siempre con boina negra y bata de color gris. Gran aficionado al fútbol en toda regla, sus equipos favoritos eran: primero el Stadium Ovetense, al que siguió desde su fundación, después el Real Oviedo, que tuvo origen de la fusión sabida. Estos eran los rasgos un tanto generales de Antón Rodríguez Pereira, que este era su nombre completo; hombre que vio pasar varias generaciones "fontaniegas", y esencia viva del mismo, tanto como el "cañu" o el mismo palacio de San Feliz. Todo un icono.
Cayo Fontán